Y
ya no sé si todo está bien o mal, si los días son mejores
sin ti o por lo contrario, se descontrola mi vida cada vez que te
pierdo. Quiero estar bien, ser feliz, vivir, compartir, lograr
ser algún día aquella que imaginé en mi pasado. Me gusta sentirme
querida pero me mata que no seas tú. Sentirme querida por los demás está bien
pero no me llena. Es raro. Me llenan tus noches. Tus besos. Tus
ojos. Tus manos. Tu voz. Tus gestos. Tus movimientos. Tu cuerpo. Cada parte de ti
hace un todo que me llena hasta el último milímetro de mi ser. Como
la lluvia al caer lentamente de noche por las calles. Nadie se fija
en ella pero yo la siento, la escucho, la toco, la observo y me relajo. Me gusta sentir
aquello que la gente no valora. Sentirte. Besarte. Amarte aunque sólo sea esa
noche. Una. Única. Me basta para querer luchar
porque cuando te miro siento en ti el más grande deseo encerrado en una jaula
de cristal que se rompe a cada roce de nuestros cuerpos. La noche te
debilita y yo me aprovecho. No puedes hablarme y mirarme a los ojos porque te
mata mi mirar. Inocencia reflejada en mis ojos. Te mata en lo
más profundo de tu ser y me besas. Sin más. Paras el mundo con
un beso. El tuyo. El mío. Los segundos mueren entre nuestros
labios. Pasan los días, sin embargo, las noches que compartimos parecen ser
siempre las mismas.
Y es que guardan
la esencia de nuestros mejores momentos.