Tuve la oportunidad de ver a esos dos niños aprendiendo a andar en bicicleta, vi como lloraban, vi como se caían, vi como sangraban esos raspones en las rodillas; pero también pude ver todo el tiempo una sonrisa llena de adrenalina que les daba ese impulso para seguir hacia adelante. Cuando comenzó a bajar el sol regresé a mi casa y pensé que así como aprendíamos cosas nuevas de pequeños, también lo hacíamos de nuestros errores cuando éramos mayores y que cada momento de la vida, hasta el más mínimo nos deja una enseñanza, que tarde o temprano la vamos a necesitar para no dejarnos caer.
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