A veces creo que me odia, que intenta torturarme con
recuerdos y mil posibilidades, de esas mil novecientas noventa y nueve son
malas ¿Por qué nuestro cerebro es tan fuerte, tan malo, tan indeciso?
Y unos centímetros más
abajo, mi corazón con sus latidos que
siguen mandando energía hacia mi cuerpo, el que esta tendido sobre unas sabanas
blancas sin querer moverse o sin querer esforzarse por sonreír. Pero él es el dueño de esa posibilidad buena
que anda dando vueltas allí y que está escondido
en un rincón de mis pensamientos.
Todo queda inacabado esta noche.
Pero lloro sin
intenciones de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu reacción: