Para hablar de mí, me faltas tú.

Eres mi sonrisa nº

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Te quiero a ti.

Y ahora es mi turno de ser libre.  
Es mi turno de soñar, reír, imaginar y beberme a tragos todas esas emociones que colorean el alma, aunque no me lleven a ningún sitio. Es mi turno de ser yo. De demostrarle al mundo que soy algo más que un peón de su tablero de ajedrez. 
Quiero vivir. Quiero sentir ese cosquilleo en el alma cuando tu piel roza la mía, en lo que parece la colisión de dos universos encontrados. Quiero imaginar todas las siluetas de tu cuerpo tras el manto de la noche, suave y esbelto, y besarte, besarte y robarte ese aliento que a mí me quitas todos los días. Quiero sentir la caricia de la lluvia al encontrar mi piel, húmeda y fría, llevándose todos mis miedos, dejándome libre de cadenas y ataduras. Quiero sentir ese terremoto en el estómago cuando me tocas, las mil mariposas rompiendo a volar en mi interior que siempre me prometías en sueños, quebrando mis barreras de lo imposible. Quiero volar, elevarme vertiginosamente sobre las nubes, mientras tus susurros y caricias me suben a lo más alto, colgándome de las estrellas y volviéndome etérea con su brillo. Quiero más de nosotros, quiero dejar de encarcelarme tras las rejas incorpóreas de mis propios límites dibujados con la mente. Cerrar los ojos y, por el instante en el que mi mente vuele sobre toda la inmensidad de tu mirada y de la de cientos como yo, ser total e incondicionalmente libre. Sentir el universo a mis pies, mientras el vuelo de tus alas me lleva a un lugar mejor, con el aleteo de la magia y la sensación de que con un solo paso, el horizonte caerá al suelo, con el significado de todas esas mentiras que me mantienen prisionera. Quiero que lo último que vean tus ojos sean los míos, antes de sumergirse en la inmensidad de lo oscuro cuando el alma muera agotada entre mis costillas. 
Te quiero a ti, porque a pesar de hacerme prisionera, eres también el único capaz de hacerme libre.

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